Bienaventurados quienes ante la ignominia de los que “dosmilveinteamos” sobre una tabla que no surfea olas, sino likes inertes comprados a quién sabe qué menor de edad en algún suburbio filipino, han sabido labrarse el camino de hablar distintas lenguas. Yo creo haber escuchado o leído en alguna ocasión (juro que no era en un podcast), que estos nuevos canales de comunicación y traslados que se nos iban abriendo desde los tiempos de nuestros abuelos, como los vuelos económicos a cualquier meridiano, las becas erasmus, los billetes de interrail, así como el hecho de que todos pudiésemos aprender a hablar lenguas diferentes,.. el mundo nunca caería de nuevo en aquellos ejes de muerte y destrucción que, desde luego para los “burbujos” culturales de occidente, parecían haber puesto un gordo y negrito punto final con la segunda guerra mundial.
Pero aquí nos hallamos, oh queridos bienaventurados, viendo como esos novedosos medios de comunicación y contacto social, lo que nos traen a la tertulia de la noche es un Putin invadiendo Ucrania, un Netanyahu genocidiando por Palestina, las minas de El Congo llenas de esclavos buscando coltán para Berlín, las selvas amazónicas oliendo a mercurio para el oro de París o el machismo, racismo y la xenofobia cogiendo fuerza, agarraditos de partidos de ultraderecha que, aunque huelan a compost de la peor calidad (ese en el que trituran todo lo que entre en una bolsa de basura doméstica sin miramientos), han resurgido para recordarnos que no, no somos tan modernos, ni tan solidarios, ni tan ecologistas los digievolucionados occidentales.
Uf, cómo se me está yendo hoy… No ando en mis mejores días desde luego, acabo de volver de esa ciudad vendida a los ideales llamada Barcelona y.. en fin, perdonad. Yo que me he sentado con la intención de escribir acerca de la fotografía como lenguaje universal, como esperanto no verbal capaz de unir religiones y salvar ballenas en Kamaishi…
¿No os ha apetecido nunca gritar algo todo lo fuerte que podáis, pero de forma que los tímpanos de alrededor no pudiesen entender dicho bramido? Yo sí, cientos de veces. Y como soy persona con ciertos problemas sociales, debido a una infancia y una adolescencia en la que no tuve la posibilidad de relacionarme de forma correcta con mis adecuados, sin darme cuenta, fui cayendo en la cuenta de que una forma de gritar desde el hígado sin sentirme juzgado, era usando el lenguaje de la fotografía.
Esto no lo sabes al principio… Haces fotos porque te apetece, porque algo te llama, porque algo te libera, porque cuando coges una cámara, sientes que tus poderes y tus fuerzas aumentan… Sientes que puedes cambiarte el nombre, que nadie va a gritar tu mote por los pasillos del instituto, que puedes decir a la cara lo que solo dices ante el espejo de casa, que tras tus fotos, puedes ser quien quieras ser, sin ser descubierto, sin zancadillas en clase.
Y poco a poco, aprendes a leer y escuchar a otras/os fotógrafas/os que como tú, también gritan en silencio. Y no acaba aquí, porque al igual que aprendes a manejar el castellano para volverte más comunicativo, con la fotografía pasa lo mismo, y conforme vas aprendiendo a unir correctamente sujeto y predicado, a poner los adjetivos correctos o las preposiciones donde toca… De repente eres libre.
Sí… la fotografía como fuente de liberación, como lenguaje universal, como esperanto no verbal.
Bienaventurados pues, quienes en busca de una salida a su silencio impuesto o a sus cavidades intelectas, hallaron los haluros de plata, los sensores de 4/3 o los full frame.
Yo suelo tener ganas de gritar. Hoy soltaría un grito de esos que te deja una semana con dolor de amígdalas. Pero mis vecinos tienen suerte, hago fotos. Así que mi grito es sordo para algunos.
Bona nit.